Propósito
El Diccionario
panhispánico de dudas se propone servir de instrumento eficaz para
todas aquellas personas interesadas en mejorar su conocimiento y dominio de la
lengua española. En él se da respuesta a las dudas más habituales que plantea
el uso del español en cada uno de los planos o niveles que pueden distinguirse
en el análisis de los elementos lingüísticos: el fonográfico, pues resuelve dudas de tipo ortológico
(sobre pronunciación) y ortográfico (sobre grafías, acentuación y puntuación);
el morfológico, ya que
orienta sobre las vacilaciones más frecuentes que se dan en el plano de la
morfología nominal (plurales, femeninos y formas derivadas) y de la morfología
verbal (formas de la conjugación); el sintáctico, al
aclarar dudas sobre construcción y régimen, concordancia, forma y uso de
locuciones, etc.; y el lexicosemántico, pues
en él se examinan y corrigen numerosas impropiedades léxicas, a la vez que se
ofrece orientación sobre el uso de neologismos y extranjerismos.
Destinatarios
El Diccionario
panhispánico de dudas se dirige tanto a quienes buscan resolver con
rapidez una duda concreta y, por consiguiente, están solo interesados en
obtener una recomendación de buen uso, como a quienes desean conocer los
argumentos que sostienen esas recomendaciones. Cada lector obtendrá, pues, una
respuesta adecuada a sus intereses, particulares o profesionales, y a su nivel
de preparación lingüística.
Carácter
normativo
El Diccionario
panhispánico de dudas es un diccionario normativo en
la medida en que sus juicios y recomendaciones están basados en la norma que
regula hoy el uso correcto de la lengua española.
La
norma no es sino el conjunto de preferencias lingüísticas vigentes en una
comunidad de hablantes, adoptadas por consenso implícito entre sus miembros y
convertidas en modelos de buen uso. Si no existiera ese conjunto de
preferencias comunes, y cada hablante emplease sistemáticamente opciones
particulares, la comunicación se haría difícil y, en último extremo, imposible.
La norma surge, pues, del uso comúnmente aceptado y se impone a él, no por
decisión o capricho de ninguna autoridad lingüística, sino porque asegura la
existencia de un código compartido que preserva la eficacia de la lengua como
instrumento de comunicación.
La
norma de hoy
Como
toda institución humana, la lengua experimenta cambios en el transcurso de su
evolución histórica, de manera que ese conjunto de preferencias lingüísticas
convertidas en modelos de buen uso que constituyen la norma no es igual en
todas las épocas: modos de expresión normales en el español
medieval y clásico —e incluso en el de épocas más próximas, como los siglos
XVIII o XIX—, documentados en escritores de calidad y prestigio indiscutibles,
han desaparecido del español actual o han quedado fuera del uso general culto;
y, viceversa, usos condenados en el pasado por los preceptistas del momento
forman parte hoy, con toda naturalidad, del conjunto de hábitos expresivos de
los hablantes cultos contemporáneos.
El Diccionario
panhispánico de dudas, teniendo muy presente la realidad del cambio
lingüístico, que opera en todos los niveles (fónico, gráfico, morfológico,
sintáctico y léxico), basa sus juicios y valoraciones en la norma efectivamente
vigente en el español actual, considerado este como la lengua que emplean las
generaciones vivas de habla española. En ningún caso se ha conformado con
repetir juicios heredados de la tradición normativa, sino que, gracias a los
recursos técnicos con que cuenta hoy la Real Academia Española, en especial su
gran banco de datos del español, integrado por textos de todas las épocas y de
todas las áreas lingüísticas del ámbito hispánico, ha podido analizar la
pervivencia y extensión real de los usos comentados y ofrecer, por tanto,
soluciones y recomendaciones fundadas en la realidad lingüística presente.
La
norma culta
El
español no es idéntico en todos los lugares en que se habla. En cada país, e
incluso en cada zona geográfica y culturalmente delimitada dentro de cada país,
las preferencias lingüísticas de sus habitantes son distintas, en algún
aspecto, de las preferencias de los hablantes de otras zonas y países. Además,
las divergencias en el uso no se deben únicamente a razones geográficas.
También dependen en gran medida del modo de expresión (oral o escrito), de la
situación comunicativa (formal o informal) y del nivel sociocultural de los
hablantes.
Por su
carácter de lengua supranacional, hablada en más de veinte países, el español
constituye, en realidad, un conjunto de normas diversas, que comparten, no
obstante, una amplia base común: la que se manifiesta en la expresión culta de
nivel formal, extraordinariamente homogénea en todo el ámbito hispánico, con
variaciones mínimas entre las diferentes zonas, casi siempre de tipo fónico y
léxico. Es por ello la expresión culta formal la que constituye el español
estándar: la lengua que todos empleamos, o aspiramos a emplear, cuando
sentimos la necesidad de expresarnos con corrección; la lengua que se enseña en
las escuelas; la que, con mayor o menor acierto, utilizamos al hablar en
público o emplean los medios de comunicación; la lengua de los ensayos y de los
libros científicos y técnicos1. Es, en definitiva, la que configura
la norma, el código compartido que hace posible que hispanohablantes de muy
distintas procedencias se entiendan sin dificultad y se reconozcan miembros de
una misma comunidad lingüística.
A pesar
de la imposibilidad de dar cuenta sistemática de todas las variedades que de
uno y otro tipo puedan efectivamente darse en las distintas regiones de habla
hispana, el Diccionario panhispánico de dudas trata de
orientar al lector para que pueda discernir, entre usos divergentes, cuáles
pertenecen al español estándar (la lengua general culta) y cuáles están marcadosgeográfica
o socioculturalmente.
Respuestas
matizadas
La
mayoría de las dudas e inseguridades lingüísticas que tienen los hablantes
nacen, precisamente, de la perplejidad que les produce encontrarse con modos de
expresión distintos de los suyos. Desean saber, entonces, cuál es el uso
«correcto», suponiendo, en consecuencia, que los demás no lo son.
Pero
debe tenerse siempre en cuenta que el empleo de una determinada forma de
expresión resultará más o menos aceptable dependiendo de distintos factores.
Así, las variedades regionales tienen su ámbito propio de uso, pero resultan
anómalas fuera de sus límites. Muchos modos de expresión que no son aceptables
en la comunicación formal, sea escrita u oral, se juzgan perfectamente normales
en la conversación coloquial, más espontánea y, por ello, más propensa al
descuido y a la laxitud en la aplicación de ciertas normas de obligado
cumplimiento en otros contextos comunicativos. Muchos usos ajenos al español
estándar se deben, en ocasiones, a la contaminación de estructuras de una
lengua a otra que se produce en hablantes o comunidades bilingües. Y hay, en
fin, formas de expresión claramente desprestigiadas por considerarse propias del
habla de personas de escasa instrucción. A todo esto se añade el hecho ya
comentado de la evolución lingüística, que convierte en norma usos antaño
censurados y expulsa de ella usos en otro tiempo aceptados.
Debido
a la naturaleza relativa y cambiante de la norma, el Diccionario
panhispánico de dudas evita conscientemente, en la mayoría de los
casos, el uso de los calificativos correcto oincorrecto, que
tienden a ser interpretados de forma categórica. Son más las veces en que se
emplean expresiones matizadas, como Se desaconseja por desusado...; No
es normal hoy y debe evitarse...; No es propio del habla culta...; Esta
es la forma mayoritaria y preferible, aunque también se usa..., etc.
Como se ve, en los juicios y recomendaciones sobre los fenómenos analizados se
conjugan, ponderadamente, los criterios de vigencia, de extensión y de
frecuencia en el uso general culto.
Los
juicios normativos admiten, pues, una amplia gradación, que va desde la censura
de lo claramente incorrecto por ser fruto del error, del descuido o del
desconocimiento de las normas gramaticales, hasta la recomendación de lo que es
simplemente preferible por estar de acuerdo con el uso mayoritario de los
hablantes cultos de hoy, preferencia que pueden mantener, o variar, los
hablantes cultos de mañana. Precisamente, muchas de las vacilaciones
registradas se deben a la existencia de etapas de transición, en las que
coinciden en un mismo momento usos declinantes y usos emergentes, sin que
puedan darse por definitivamente caducos los unos ni por plenamente asentados
los otros; de ahí que en más de una ocasión se admitan como válidas opciones
diferentes.
Tratamiento
de las variedades lingüísticas
Por la
misma razón, se reconocen, cuando existen, las divergencias entre la norma
española y la norma americana, o entre la norma de un determinado país o
conjunto de países y la que rige en el resto del ámbito hispánico, considerando
en pie de igualdad y plenamente legítimos los diferentes usos regionales, a
condición de que estén generalizados entre los hablantes cultos de su área y no
supongan una ruptura del sistema de la lengua que ponga en riesgo su unidad.
Solo se desaconsejan los particularismos dialectales que pueden impedir la
comprensión mutua, por ser fuente de posibles malentendidos; nos referimos a
los pocos casos en que una estructura lingüística adquiere en un área concreta
un valor o significado diferente, e incluso opuesto, al que tiene en el español
general.
También
tiene presentes el Diccionario panhispánico de dudas las
variaciones determinadas por el modo de expresión, la situación comunicativa y
el nivel sociocultural de los hablantes. Así, se alude en numerosas ocasiones
al tipo o nivel de lengua al que pertenecen los usos comentados, utilizando
para ello distintas «etiquetas», la mayoría de significado transparente o
fácilmente deducible: lengua escrita, frente a lengua
oral; lengua literaria (la que corresponde a la expresión
escrita de nivel culto), frente a lengua o habla
corriente (la que se emplea en la expresión común u ordinaria); lengua o habla
formal o esmerada (la propia de usos oficiales o
protocolarios y de situaciones en las que el hablante debe expresarse con
especial corrección), frente alengua o habla informal,
coloquial o familiar (la propia de la expresión espontánea
y de situaciones en las que existe confianza o familiaridad entre los
interlocutores); lengua o habla culta (la
propia de los hablantes cultos), frente a lengua o habla
popular o vulgar2 (la propia de las personas de
bajo nivel cultural); y lengua o habla rural (la
característica de los habitantes de las áreas rurales).
Ninguna
de las variantes señaladas es en sí misma censurable, pues cada una de ellas
sirve al propósito comunicativo dentro de sus límites, sean estos impuestos por
la localización geográfica, la situación concreta en la que se produce la
comunicación o el grupo social al que pertenecen los interlocutores. En
consecuencia, nadie debe sentirse señalado o menospreciado por los juicios
expresados en esta obra. No obstante, es necesario saber que un buen manejo del
idioma requiere el conocimiento de sus variados registros y su adecuación a las
circunstancias concretas en que se produce el intercambio lingüístico, y que, en
última instancia, solo el dominio del registro culto formal, que constituye la
base de la norma y el soporte de la transmisión del conocimiento, permite a
cada individuo desarrollar todo su potencial en el seno de su comunidad. Por
esa razón, todas las recomendaciones que aquí se expresan deben entenderse
referidas al ideal de máxima corrección que representa el uso culto formal.
1 Se ha evitado conscientemente
aludir, en esta relación, a la lengua literaria. En primer lugar, porque los
escritores, en su faceta de creadores, disfrutan de mayores márgenes de
libertad en el manejo del idioma y, centrados en la búsqueda de una mayor
expresividad, a menudo conculcan intencionadamente las convenciones
lingüísticas de su tiempo. Y, en segundo lugar, porque los escritores de
ficción (novelistas y autores teatrales) utilizan los distintos niveles y
registros del habla como uno de los modos de caracterización de sus personajes;
precisamente por ello es posible documentar, en textos escritos, muchos usos
que corresponden a la lengua oral y al habla coloquial o popular.
2 Los términos vulgar y vulgarismo no
se refieren, en esta obra, a las expresiones de carácter procaz o malsonante,
sino a las que traslucen un deficiente conocimiento de las normas lingüísticas.
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